CSQEP contra la irrelevancia

La situación política catalana es especial. El “procés” polariza todo y se come a líderes y a partidos por igual. Artur Mas o Pere Navarro son solo dos de esos nombres a los que estos tiempos inciertos han devorado.

Entre partidos, estos años se han llevado por delante a Convergencia i Unió como tal, han hecho prácticamente desaparecer de las instituciones a Unió al ir por separado, han visto el hundimiento del PSC, el crecimiento de la CUP y Ciudadanos, y amenaza con llevarse por delante también a Iniciativa per Catalunya. Porque Iniciativa per Catalunya como tal sigue existiendo, pero ya no tiene representación como tal salvo en algunos ayuntamientos.

ICV ha perdido su representación no porque el electorado no confiara en su opción, sino porque prefirió, de cara a las elecciones municipales, apostar por las candidaturas de confluencia. Así pues, en Barcelona se integraron en la plataforma Barcelona en Comú, liderada por Ada Colau.

Los éxitos de las candidaturas municipalistas animaron a repetir la fórmula de cara a las elecciones catalanas de setiembre. Sin embargo, ahí, los resultados no fueron tan satisfactorios. Mientras que Podemos impidió a sus círculos participar en las elecciones municipales, para las autonómicas sí que podían presentarse bajo su marca. Y con ello, el problema. La declaraciones de la formación morada indicaban que sí querían una confluencia, pero con unas condiciones fuertes. Exigían mantener su marca propia y que el candidato no fuese alguien con vínculos directos a Iniciativa. Así pues, la cara más conocida de Iniciativa, quien se había postulado como candidato, Joan Coscubiela, quedaba descartado, y entraban en la ardua tarea de tener que buscar un candidato de la sociedad civil.

Al final el escogido fue Lluís Rabell, un activista vecinal sin el carisma necesario para optar a la Generalitat. La campaña fue un cúmulo de despropósitos, con Pablo Iglesias y los líderes de Podemos monopolizando la atención mediática (celebre fue la imagen del candidato en un segundo plano, fuera del corro de periodistas mientras el líder de Podemos atendía a los medios) y cometiendo errores como fue el considerar que el apoyo a la independencia dependía del lugar de nacimiento de los padres, entre otras. Los resultados demostraron que la estrategia había sido errónea. Sin el apoyo de Ada Colau, la confluencia solo logró 8.000 votos más que los que consiguió ICV en 2012 (con un 8% más de participación respecto a esas elecciones) y CSQEP quedó en una situación parlamentaria en la que no tiene ninguna influencia en las votaciones, ya que la clave, esa con la que soñaban ostentar en la coalición, se la quedó la CUP.

Así pues, repetido hasta la saciedad que “las confluencias suman”, en estas elecciones vimos claro como no tiene por qué ser así. Sin un posicionamiento claro en el tema independencia sí o no, CSQEP acabó siendo arrastrada a un debate dicotómico en el que ellos no querían estar. Y sus posibles votantes prefirieron dar apoyo a partidos con una posición clara antes que a ellos.