Cataluña, el día de la marmota

Saltó la sorpresa en Cataluña. Apenas cinco meses después de firmarse, el acuerdo de gobernabilidad entre Junts Pel Si y la CUP ha saltado por los aires. Por una parte, se podría decir que la noticia se veía venir, ya que la CUP y Convergencia, que es quien lleva el peso de Junts Pel Si, son organizaciones antagónicas, pero la sorpresa es que el acuerdo no haya durado ni un año. La “bomba” salta tras anunciar la organización anticapitalista el mantenimiento de una enmienda a la totalidad de los presupuestos, ya que, según ellos, no son unos presupuestos rupturistas, como ya avisaron a finales de mayo.

La otra gran sorpresa llegaba ayer por la tarde. Carles Puigdemont, investido presidente en enero gracias al apoyo de la CUP, anunciaba una cuestión de confianza en setiembre después de retirar el debate de los presupuesto. Ahora se abren varios escenarios para Catalunya y multitud de preguntas.

  • ¿Cederá la CUP a la previsible presión mediática (el #PressingCUP) y votará a favor de mantener a Puigdemont, o por el contrario se arriesgará a ir a unas nuevas elecciones sabiendo que le puede pasar factura?

No es ninguna novedad el decir que la cúpula de la CUP está dividida. Se vió antes de la investidura de Puigdemont y se ha ido viendo estos meses. Si su cúpula lo está, lo más probable es que sus bases también lo estén, con lo cual el arriesgar a unas nuevas elecciones les puede hacer caer más, sobre todo si la campaña mediática surte efecto y la formación es vista por el electorado como la responsable del bloqueo del “procés”. Por otra parte, mantener a un presidente de CDC sin dar éstos últimos pasos tangibles para lograr la independencia también es una cesión importante.

  • ¿Si hay elecciones, se reeditará la fórmula de Junts Pel Si tras el “sorpasso” consolidado de ERC a CDC, o los Convergentes optarán por presentarse en solitario con su nueva marca tras refundar el partido?

Asumamos que Puigdemont pierde la moción de confianza. Si hay unas nuevas elecciones, la campaña mediática contra la CUP mutará en otra para repetir la “lista única”, como ya pasó el año pasado. Entonces, ERC había aventajado a CiU (aún existía), en las Europeas de 2014, pero ahora, ya lo ha hecho en municipales y generales, y lo más probable es que se repita dentro de 2 semanas. En esta situación, ERC puede intentar dar un golpe sobre la mesa, romper la coalición y timar las riendas del procés. Ahora bien, existe el riesgo de que el votante independentista lo vea como una priorización de los intereses partidistas por encima de la lucha por la independencia y los castigue.

  • ¿Qué hará Artur Mas? ¿Dejará caer a Puigdemont para volver a ser candidato a la Generalitat (buscando la confrontación con la CUP para que pierda la cuestión de confianza) o se mantendrá al margen?

Artur Mas es la gran incógnita catalana de los últimos meses. Tras su renuncia a la Presidencia dejó claro que el paso al lado solo iba a ser temporal. Ahora, con Convergencia refundándose (lo hará formalmente en julio), la duda persiste. ¿Permitirá a Puigdemont ser el cabeza de cartel o volverá para intentar ponerse, otra vez, al frente de la Generalitat? Solo el tiempo nos lo dirá.

  • ¿Logrará el entorno de Ada Colau (CSQEP – En Comú Podem) hacer una buena campaña y, por qué no, disputar la victoria en unas posibles elecciones?

La campaña para las elecciones del 27S fue mala por parte de CSQEP. Sin el apoyo explícito de Ada Colau, la coalición de Podemos y ICV no logró mejorar los resultados que obtuvieron los últimos en solitario en 2012. Ahora, el tirón mediático de Ada Colau y una apuesta clara de Podemos a nivel estatal por el referéndum les puede hacer pescar votos entre potenciales votantes de ERC. ¿Por qué no?

  • ¿Y el votante independentista?

Llevamos unos 5 años de “procés”, y es posible que el votante independentista se empiece a cansar de no ver resultados factibles. El 9-N estuvo bien, pero realmente no fue sino un acto de cara a la galería. En este escenario, una desmovilización del voto independentista puede generar un vuelco en el panorama político catalán.

  • ¿Cómo actuarán las entidades sociales?

El papel de la ANC y Òmnium  está en entredicho. Se les ha acusado de haber abandonado la imparcialidad y de haberse plegado a los intereses de ERC y CDC. Aún así, siguen teniendo influencia, con lo cual su postura puede determinar quien cargue con la «culpa» de la situación. Y con ello, ayudar a votantes independentistas indecisos a decidir el sentido de su voto.

Al fin y al cabo, todo esto son meras suposiciones. También cabe la posibilidad que la CUP acabe cediendo y sea poco a poco aplastada por Junts Pel Sí. La única realidad tangible hoy mismo es que, nos guste o no, la hoja de ruta de Puigdemont hacia la independencia ya no se va a cumplir.

CSQEP contra la irrelevancia

La situación política catalana es especial. El “procés” polariza todo y se come a líderes y a partidos por igual. Artur Mas o Pere Navarro son solo dos de esos nombres a los que estos tiempos inciertos han devorado.

Entre partidos, estos años se han llevado por delante a Convergencia i Unió como tal, han hecho prácticamente desaparecer de las instituciones a Unió al ir por separado, han visto el hundimiento del PSC, el crecimiento de la CUP y Ciudadanos, y amenaza con llevarse por delante también a Iniciativa per Catalunya. Porque Iniciativa per Catalunya como tal sigue existiendo, pero ya no tiene representación como tal salvo en algunos ayuntamientos.

ICV ha perdido su representación no porque el electorado no confiara en su opción, sino porque prefirió, de cara a las elecciones municipales, apostar por las candidaturas de confluencia. Así pues, en Barcelona se integraron en la plataforma Barcelona en Comú, liderada por Ada Colau.

Los éxitos de las candidaturas municipalistas animaron a repetir la fórmula de cara a las elecciones catalanas de setiembre. Sin embargo, ahí, los resultados no fueron tan satisfactorios. Mientras que Podemos impidió a sus círculos participar en las elecciones municipales, para las autonómicas sí que podían presentarse bajo su marca. Y con ello, el problema. La declaraciones de la formación morada indicaban que sí querían una confluencia, pero con unas condiciones fuertes. Exigían mantener su marca propia y que el candidato no fuese alguien con vínculos directos a Iniciativa. Así pues, la cara más conocida de Iniciativa, quien se había postulado como candidato, Joan Coscubiela, quedaba descartado, y entraban en la ardua tarea de tener que buscar un candidato de la sociedad civil.

Al final el escogido fue Lluís Rabell, un activista vecinal sin el carisma necesario para optar a la Generalitat. La campaña fue un cúmulo de despropósitos, con Pablo Iglesias y los líderes de Podemos monopolizando la atención mediática (celebre fue la imagen del candidato en un segundo plano, fuera del corro de periodistas mientras el líder de Podemos atendía a los medios) y cometiendo errores como fue el considerar que el apoyo a la independencia dependía del lugar de nacimiento de los padres, entre otras. Los resultados demostraron que la estrategia había sido errónea. Sin el apoyo de Ada Colau, la confluencia solo logró 8.000 votos más que los que consiguió ICV en 2012 (con un 8% más de participación respecto a esas elecciones) y CSQEP quedó en una situación parlamentaria en la que no tiene ninguna influencia en las votaciones, ya que la clave, esa con la que soñaban ostentar en la coalición, se la quedó la CUP.

Así pues, repetido hasta la saciedad que “las confluencias suman”, en estas elecciones vimos claro como no tiene por qué ser así. Sin un posicionamiento claro en el tema independencia sí o no, CSQEP acabó siendo arrastrada a un debate dicotómico en el que ellos no querían estar. Y sus posibles votantes prefirieron dar apoyo a partidos con una posición clara antes que a ellos.